Recuerdos
Y era sobre la cálida arena, en medio del cenit del sol, cuando
caminaba tranquilo por la playa. Mis desnudos pies tocaron algo frío, que
desentonaba con el suelo ardiente. Miré asombrado y descubrí una botella con un
corcho. La recogí y continué con mi camino hasta llegar a un lugar tranquilo en
el que sentarme a leerlo. Una vez estuve bajo un paraguas que me protegiera de
los rayos dorados del día, abría la botella y encontré un papel. Estaba húmedo,
algo arrugado y con letra aún legible. Inicié su lectura: “Yo soy el mar y tú
mi espejo. Para mí, no hay horizonte en el camino. Estoy en todos los sitios y
puedo ir a donde quiera. No hay límite. Soy un mar inmenso y sin camino fijo. Iré
al infinito de la existencia. Las estrellas me cobijan por la noche, el manto azul
del día junto al círculo de la vida consiguen que sigua aquí y así, los habitantes
de mis aguas gozan de mi protección. Porque yo soy el mar. Yo soy vida. Yo, soy
yo. El mar.” Tras leer esto, miré al cielo, miré al gigante azul que tenía ante
mí y no vi más que su grandeza. Es y
será interesante como en el mundo las personas intentan buscar algo de sentido
a sus vidas, algo de sentido a su vida, algo de sentido a la existencia. Muchas
son las respuestas que encontramos, muchas son las respuestas que buscamos,
pero pocas son las que nos convencen. Si es verdad o no, ya pocas veces importa, salvo para el que la busca. Si convence y nos llena de convencimiento, es
válido. Solo basta eso.